martes, 3 de diciembre de 2013

"¿Puede morir la muerte?" (Parte 2 Final)

No sabía cuanto tiempo había pasado, cientos de nombres marcaban su torso, brazos y espalda.
Una flecha negra atravesó a un anciano que se agarró el pecho y se desplomó en mitad de la
calle. Un nuevo nombre se dibujó en su hombro izquierdo y una sonrisa placentera en su rostro,
había acabado gustándole el dolor. Un viejo pergamino se materializó en su mano, el hilo de
sangre que había escrito el nombre de su última víctima se deslizaba lentamente formando
nuevas letras.
-Lucifer… -dijo extrañado en un susurro cuando terminó.
El mundo comenzó a girar a una velocidad vertiginosa, cuando todo paró y abrió los ojos no
pudo creer lo que encontró. Una profunda oscuridad lo rodeaba pero veía con claridad su cuerpoflotando en la nada. Apareció ante su incrédula y audaz mirada el anciano cuya vida acababa de
segar.
-Sé que te sientes poderoso –dijo con una voz ronca y melosa que le resultó extrañamente
familiar.
-Me has servido con lealtad –se giró y vio a la mujer embarazada que se había llevado junto a la
criatura que no llegó a nacer.
-Tal como te ordené, has encadenado a pobres almas bajo el yugo de la muerte –dijo un chico
punk a la derecha de la chica.
-Pero también sé que la culpa te abrasa –habló esta vez el pequeño Tom Calder.-¿A cuántos
niños has arrebatado el futuro?
-¿A cuántas familias has hecho sufrir? –dijo un soldado.
-¿Cuántos nombres marcan el cuerpo del que te sientes tan orgulloso?
-¿Aún no te has dado cuenta?
-Tú también estás encadenado bajo el yugo de la muerte.
-Bajo tu propio yugo.
-Y bajo el mío, el de todas las almas que has robado.
Centenares de rostros conocidos lo observaban acusadores mientras escupían estás palabras con
odio. De pronto, todos desaparecieron. Ante él se vio a sí mismo sin alas ni cicatrices. Miró a
sus ojos azules, claros y cristalinos.
-Pero yo te ofrezco una salida –dijo y reconoció la voz. La misma que le había ordenado
despertar el día del entierro de su madre, la voz del demonio.
“Dios es mi enemigo y un ángel ha mandado, pero tu eres ángel mío y lucharas a mi lado. Vida
por vida, ese es mi acuerdo, arrebátale con esta espada su último aliento”.Su imagen se desvaneció para dejar paso a una extraña criatura que quizá hace mucho tiempo
fue humana. En su piel se apreciaban millones de cicatrices de nombres, sus alas negras solo
conservaban una única pluma, tras un flequillo rubio se encontraban unos profundos ojos rojos.
-¿Trato hecho? –dijo sonriendo, enseñando sus afilados dientes.
Arrancó la última pluma de sus siniestras y huesudas alas negras.
-¿Trato hecho? –repitió.
¿Podía confiar en el diablo? Le ofrecía una salida, una solución para su conciencia. Pero una
solución para un problema que él había creado. “Solución al fin y al cabo”, se dijo.
-Trato hecho.
Hizo un extraño sonido entre carcajada y ronroneo, cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás.
La pluma que sostenía se alargó, en pocos segundos se había convertido en una mortífera y
negra espada.
El Señor de los Infiernos comenzó a acercarse y colocó el metal en el cuello de El Ángel
Oscuro. Su respiración se aceleró, un fino hilo de sangre resbaló por el arma, que expulsó un
leve resplandor rojizo.
-Tuya es, mi criatura de la noche, ayúdala a cumplir su destino.
La Muerte agarró la tizona que su señor le ofrecía, una corriente eléctrica lo recorrió de arriba
abajo, y un fuerte viento agitó su pelo y sus negras alas. Sintió un intenso dolor donde la espada
había dejado su huella, no podía respirar. Cuando creyó que iba a desfallecer sus pies tocaron
tierra firme.
Se encontraba en un campo en mitad de la nada. A la luz del sol observó el oscuro sable, su
empuñadura estaba engarzada por miles de pequeñas calaveras y su filo, que aún expulsaba un
fantasmal brillo rojizo, parecía sediento.El viejo pergamino se materializó en su mano.
-Uriel –susurró tras leer el nombre del arcángel. Pero esta vez no se tele-transportó.
La criatura que encontraron sus negros ojos era la más pura y abrumadora que jamás había
visto. Sus cabellos dorados hacían sombra al sol y sus ojos, blancos como sus cuatro alas,
derrochaban orgullo. Su túnica naranja resplandecía casi tanto como la extraordinaria espada de
fuego que portaba. Agitó sus poderosas alas y se elevó hasta el cielo seguido por El Ángel de la
Muerte.
Los hierros chocaron y el mundo entero recibió una sacudida. Estocadas, mandobles y piruetas
imposibles, que el enviado de Lucifer no recordaba haber hecho nunca, dominaban la lucha
celestial. Cientos de gotas de sudor y decenas de cortes emponzoñados marcaban sus cuerpos.
Uriel detuvo un golpe por encima de su cabeza y giró sobre sí mismo asestándole a la parca un
profundo corte en el costado. Esta emitió un alarido de dolor y llevó su mano a la herida
sangrienta y chamuscada. Las fuerzas le abandonaron, su espada cayó al vacío y la tizona de
fuego cruzó su pecho en diagonal. El Ángel de la Muerte caía en picado ya sin esperanza
alguna. Gimió con el sordo crujir de sus costillas al caer, ni siquiera sabía porqué seguía vivo.
“¿Puede morir la muerte?”, se preguntó mientras se retorcía de dolor.
<<Claro que puede, mi criatura de la noche>>, escuchó la voz de Satán en su mente, <<Tu
madre lo hizo dejándote así su legado. Tu mismo la viste acercarse pluma y arco en mano,
cuando decidió que era mejor dar su vida como pago por la tuya. Vida por vida, ese es mi
acuerdo>>.
Intentó levantarse mas no pudo hacerlo, se quedó tumbado boca arriba asimilando la
información que su señor había revelado mientras veía impotente como el arcángel se acercaba,
blandiendo la llameante espada. Su madre se había sacrificado en vano.
Uriel se arrodilló ante el chico y le levantó la cabeza cogiéndolo del pelo. Sus ojos profundos y
sinceros se perdieron en la oscura mirada del enviado de Lucifer.“Soy hijo de Satán, honremos su nombre.”, se dijo la criatura de la noche.
El arcángel levantó el acero; la Muerte arrancó con cuidado una pluma de sus propias alas.
-Lucifer… -susurró.
La flecha se materializó en su mano, la hundió en el corazón del enviado del Señor justo antes
de que este asestara el golpe. Su rostro quedó contraído en una mueca de dolor y desprecio.
Escuchó una estridente risa, una carcajada de triunfo. Cerró los ojos y tragó saliva, todo volvería
a la normalidad. Cayó en un profundo sueño
Cuando volvió en sí una luz blanca lo cegó. Cuando pudo ver algo paseó por la sala sus ojos
azules, claros y cristalinos. Se encontraba en una ¿habitación de hospital?
Una inmensa alegría lo inundó al descubrir que las alas y las marcas habían desaparecido, pero
se esfumó cuando una criatura que le resultaba demasiado familiar apareció frente a él.
-Lucifer…
-Lo siento, mi criatura de la noche. Vida por vida, ese es mi acuerdo, arrebátale con esta espada
su último aliento –repitió El Señor de las Tinieblas.
Se acercó, el chico, paralizado, contempló sus fríos ojos rojos mientras este le clavaba una
flecha en su corazón. El demonio echó la cabeza hacía atrás y sonrió disfrutando del dolor que
le causaba un nuevo nombre grabándose a fuego en su clavícula. Jack Thomson.
-Oh, Jack, Jack. Quizá así aprendas la diferencia entre flecha y espada.

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