Miro a mi alrededor, creo que ya no quedan más cajas por subir. No me gustan las mudanzas pero me anima el hecho de que por fin vaya a independizarme. El apartamento no es muy grande, un salón con cocina americana, un baño y dos habitaciones, es lo más que me he podido permitir.
Estoy agotada, me siento en el viejo sofá verde pistacho. Las paredes blancas están desconchadas y hay humedades, habrá que dar una capa de pintura.
Mimi se acomoda en mi regazo ronroneando. Parece que fue ayer cuando la encontré en la calle hace tres años, solo era una pequeña bola de pelo.
Escucho pasos, una llave introduciéndose en la cerradura y el sonido estridente de las bisagras de la puerta.
Es un poco más alta que yo, su pelo liso y castaño cae perfecto hasta su cintura. Es preciosa, con los ojos verdes y la piel morena. Su cuerpo de perfectas proporciones está cubierto por un sencillo vestido blanco.
Yo por mi parte soy bajita, con cara de niña pequeña cubierta de pecas, pelo corto azabache y ojos oscuros. Unos vaqueros viejos cubren mis huesudas piernas y una ancha sudadera azul cae sin gracia por mi torso plano.
-Hola, tu debes ser Charlotte.- digo y me levanto, Mimi salta y me mira resentida.- Soy Lucy.
-Hola, un placer.- dice con una encantadora sonrisa mientras me da dos besos.- Siempre he querido compartir piso ¡Será genial! ¿Cuál es mi habitación? ¡Pronto seremos como hermanas.- dice mientras revolotea de un lado a otro. Es muy... efusiva.
Hace dos semanas que comenzamos a vivir juntas. Hemos pintado las paredes y hemos redecorado prácticamente todo el apartamento.
Charlotte es estupenda, con ella todo es alegría y optimismo, aunque a Mimi no parece haberle caído tan bien.
Ahora que lo pienso no la veo por ningún sitio.
-¡Mimi!- la llamo mientras miro a mi alrededor.
La escucho maullar, viene del cuarto de Charlotte. Me acerco y llamo a la puerta, como no responde entro. No está, no la he oído salir. No veo a Mimi pero la sigo escuchando, creo que está bajo la cama. Me agacho y levanto la colcha morada, veo sus brillantes ojos verdes.
-¡Mimi! ¡Ven aquí! -digo y alargo la mano.
Alguien tira de mi hacia atrás y me rodea la garganta con el brazo, no puedo respirar.
-¿Dónde está?.- pregunta con una voz gutural.- ¿Dónde está Aria?
Me empuja y quedo sentada en la cama, acaricio mi garganta roja e irritada, e intento recuperar el aliento.
-No conozco a ninguna Aria.- consigo decir con lágrimas en los ojos.
Levanto la cabeza para mirar a mi agresor y me siento desfallecer.
Es alto y fuerte, se pueden adivinar sus músculos bajo la ropa negra. Su piel parece de porcelana vieja y agrietada. Entre sus dientes puedo apreciar una lengua bífida, y los ojos...sin iris ni pupila, completamente rojos.