lunes, 6 de octubre de 2014

Locura.

Vampiro sin sangre, lobo sin luna, ángel sin alas, perdido. Por la luz ha quedado deslumbrado, pobre ciego, esperando la muerte que nunca llega.
Desgracia cayó sobre él, Incredulidad se adueñó de su mente, Esperanza se instaló en su corazón y Tristeza, oh, Tristeza lo sumió en la oscuridad. Antes estaba acostumbrado a esta, pues en ella siempre había vivido, mas luego el amor lo iluminó todo y cuando se fue, sus ojos ya no veían en la penumbra.
La añora y la ama y la odia y la quiere matar. Pero ella ya está muerta, lo que es origen de su mal.
Vampiro sin luna, lobo sin alas, ángel sin sangre. Muerto en vida lamenta la muerte del amor que ahora quiere matar. ¿Locura quizás?

jueves, 2 de octubre de 2014

"No quiero dejarte."

Quiero gritar, mas no emito sonido alguno; quiero llorar, mas no produzco lágrimas; quiero besarte, abrazarte, volver atrás en el tiempo.

"Te amo", susurran tus labios. Ojalá lo hubieran dicho antes.

La sangre se escapa de mi cuerpo, cada bocanada de aire que entra en mis pulmones es una tortura.

No quiero que grites, mas el desgarrador sonido se escapa de tu garganta; no quiero que llores, mas tus lágrimas caen sin remedio; no quiero dejarte. Y me besas y me abrazas pero no podemos volver atrás.
De repente, todo se vuelve oscuro y ya no te siento, ni tu boca ni tus brazos ni tu voz. Nada.

martes, 3 de diciembre de 2013

"¿Puede morir la muerte?" (Parte 2 Final)

No sabía cuanto tiempo había pasado, cientos de nombres marcaban su torso, brazos y espalda.
Una flecha negra atravesó a un anciano que se agarró el pecho y se desplomó en mitad de la
calle. Un nuevo nombre se dibujó en su hombro izquierdo y una sonrisa placentera en su rostro,
había acabado gustándole el dolor. Un viejo pergamino se materializó en su mano, el hilo de
sangre que había escrito el nombre de su última víctima se deslizaba lentamente formando
nuevas letras.
-Lucifer… -dijo extrañado en un susurro cuando terminó.
El mundo comenzó a girar a una velocidad vertiginosa, cuando todo paró y abrió los ojos no
pudo creer lo que encontró. Una profunda oscuridad lo rodeaba pero veía con claridad su cuerpoflotando en la nada. Apareció ante su incrédula y audaz mirada el anciano cuya vida acababa de
segar.
-Sé que te sientes poderoso –dijo con una voz ronca y melosa que le resultó extrañamente
familiar.
-Me has servido con lealtad –se giró y vio a la mujer embarazada que se había llevado junto a la
criatura que no llegó a nacer.
-Tal como te ordené, has encadenado a pobres almas bajo el yugo de la muerte –dijo un chico
punk a la derecha de la chica.
-Pero también sé que la culpa te abrasa –habló esta vez el pequeño Tom Calder.-¿A cuántos
niños has arrebatado el futuro?
-¿A cuántas familias has hecho sufrir? –dijo un soldado.
-¿Cuántos nombres marcan el cuerpo del que te sientes tan orgulloso?
-¿Aún no te has dado cuenta?
-Tú también estás encadenado bajo el yugo de la muerte.
-Bajo tu propio yugo.
-Y bajo el mío, el de todas las almas que has robado.
Centenares de rostros conocidos lo observaban acusadores mientras escupían estás palabras con
odio. De pronto, todos desaparecieron. Ante él se vio a sí mismo sin alas ni cicatrices. Miró a
sus ojos azules, claros y cristalinos.
-Pero yo te ofrezco una salida –dijo y reconoció la voz. La misma que le había ordenado
despertar el día del entierro de su madre, la voz del demonio.
“Dios es mi enemigo y un ángel ha mandado, pero tu eres ángel mío y lucharas a mi lado. Vida
por vida, ese es mi acuerdo, arrebátale con esta espada su último aliento”.Su imagen se desvaneció para dejar paso a una extraña criatura que quizá hace mucho tiempo
fue humana. En su piel se apreciaban millones de cicatrices de nombres, sus alas negras solo
conservaban una única pluma, tras un flequillo rubio se encontraban unos profundos ojos rojos.
-¿Trato hecho? –dijo sonriendo, enseñando sus afilados dientes.
Arrancó la última pluma de sus siniestras y huesudas alas negras.
-¿Trato hecho? –repitió.
¿Podía confiar en el diablo? Le ofrecía una salida, una solución para su conciencia. Pero una
solución para un problema que él había creado. “Solución al fin y al cabo”, se dijo.
-Trato hecho.
Hizo un extraño sonido entre carcajada y ronroneo, cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás.
La pluma que sostenía se alargó, en pocos segundos se había convertido en una mortífera y
negra espada.
El Señor de los Infiernos comenzó a acercarse y colocó el metal en el cuello de El Ángel
Oscuro. Su respiración se aceleró, un fino hilo de sangre resbaló por el arma, que expulsó un
leve resplandor rojizo.
-Tuya es, mi criatura de la noche, ayúdala a cumplir su destino.
La Muerte agarró la tizona que su señor le ofrecía, una corriente eléctrica lo recorrió de arriba
abajo, y un fuerte viento agitó su pelo y sus negras alas. Sintió un intenso dolor donde la espada
había dejado su huella, no podía respirar. Cuando creyó que iba a desfallecer sus pies tocaron
tierra firme.
Se encontraba en un campo en mitad de la nada. A la luz del sol observó el oscuro sable, su
empuñadura estaba engarzada por miles de pequeñas calaveras y su filo, que aún expulsaba un
fantasmal brillo rojizo, parecía sediento.El viejo pergamino se materializó en su mano.
-Uriel –susurró tras leer el nombre del arcángel. Pero esta vez no se tele-transportó.
La criatura que encontraron sus negros ojos era la más pura y abrumadora que jamás había
visto. Sus cabellos dorados hacían sombra al sol y sus ojos, blancos como sus cuatro alas,
derrochaban orgullo. Su túnica naranja resplandecía casi tanto como la extraordinaria espada de
fuego que portaba. Agitó sus poderosas alas y se elevó hasta el cielo seguido por El Ángel de la
Muerte.
Los hierros chocaron y el mundo entero recibió una sacudida. Estocadas, mandobles y piruetas
imposibles, que el enviado de Lucifer no recordaba haber hecho nunca, dominaban la lucha
celestial. Cientos de gotas de sudor y decenas de cortes emponzoñados marcaban sus cuerpos.
Uriel detuvo un golpe por encima de su cabeza y giró sobre sí mismo asestándole a la parca un
profundo corte en el costado. Esta emitió un alarido de dolor y llevó su mano a la herida
sangrienta y chamuscada. Las fuerzas le abandonaron, su espada cayó al vacío y la tizona de
fuego cruzó su pecho en diagonal. El Ángel de la Muerte caía en picado ya sin esperanza
alguna. Gimió con el sordo crujir de sus costillas al caer, ni siquiera sabía porqué seguía vivo.
“¿Puede morir la muerte?”, se preguntó mientras se retorcía de dolor.
<<Claro que puede, mi criatura de la noche>>, escuchó la voz de Satán en su mente, <<Tu
madre lo hizo dejándote así su legado. Tu mismo la viste acercarse pluma y arco en mano,
cuando decidió que era mejor dar su vida como pago por la tuya. Vida por vida, ese es mi
acuerdo>>.
Intentó levantarse mas no pudo hacerlo, se quedó tumbado boca arriba asimilando la
información que su señor había revelado mientras veía impotente como el arcángel se acercaba,
blandiendo la llameante espada. Su madre se había sacrificado en vano.
Uriel se arrodilló ante el chico y le levantó la cabeza cogiéndolo del pelo. Sus ojos profundos y
sinceros se perdieron en la oscura mirada del enviado de Lucifer.“Soy hijo de Satán, honremos su nombre.”, se dijo la criatura de la noche.
El arcángel levantó el acero; la Muerte arrancó con cuidado una pluma de sus propias alas.
-Lucifer… -susurró.
La flecha se materializó en su mano, la hundió en el corazón del enviado del Señor justo antes
de que este asestara el golpe. Su rostro quedó contraído en una mueca de dolor y desprecio.
Escuchó una estridente risa, una carcajada de triunfo. Cerró los ojos y tragó saliva, todo volvería
a la normalidad. Cayó en un profundo sueño
Cuando volvió en sí una luz blanca lo cegó. Cuando pudo ver algo paseó por la sala sus ojos
azules, claros y cristalinos. Se encontraba en una ¿habitación de hospital?
Una inmensa alegría lo inundó al descubrir que las alas y las marcas habían desaparecido, pero
se esfumó cuando una criatura que le resultaba demasiado familiar apareció frente a él.
-Lucifer…
-Lo siento, mi criatura de la noche. Vida por vida, ese es mi acuerdo, arrebátale con esta espada
su último aliento –repitió El Señor de las Tinieblas.
Se acercó, el chico, paralizado, contempló sus fríos ojos rojos mientras este le clavaba una
flecha en su corazón. El demonio echó la cabeza hacía atrás y sonrió disfrutando del dolor que
le causaba un nuevo nombre grabándose a fuego en su clavícula. Jack Thomson.
-Oh, Jack, Jack. Quizá así aprendas la diferencia entre flecha y espada.

lunes, 2 de diciembre de 2013

"¿Puede morir la muerte?" (Parte 1)

Dos tímidas lágrimas surcaban su pálido rostro de finas facciones. Movió grácilmente la cabeza
para apartar el cabello azabache de los ojos de un azul claro y cristalino. Se quitó la chaqueta
del traje negro y se dejó caer en la cama. Su madre acababa de morir repentinamente y él estaba
agotado, su mente adolescente era un torbellino de preguntas sin respuesta, el mundo giraba a su
alrededor a una velocidad vertiginosa. De repente, un punzante dolor atenazó su espalda, ahogó
un grito y se arqueó. Pudo quitarse la camisa pero cada movimiento era una tortura. Llegó hasta
el espejo del baño, miles de pequeños puntos negros cubrían sus omóplatos y crecían por
momentos.
<<Despierta>>, susurró una melosa voz en su mente.
A partir de ese punto se tornó insoportable, la cabeza iba a estallarle, abrió los ojos de par en
par, le ardían. Esta vez no pudo contener el grito. De un golpe provocado por la desesperación
hizo el espejo añicos. Cayó al suelo, cuando desistió del intento de levantarse se arrastró fuera
del pequeño aseo para evitar clavarse los cristales rotos, aunque algunos ya habían atravesado su
abdomen. Estaba empapado en sudor y su respiración sonaba más fuerte y pesada de lo normal.
Su voz, antaño dulce, era ahora un brutal gruñido. Sentía sus dientes creciendo y afilándose.
¿Qué demonios estaba pasando?
De pronto todo paró, respiró hondo y trató de recuperar el aliento. Contra todo pronóstico se
levantó con facilidad. Notaba un peso a su espalda, una prolongación de su cuerpo que antes no
estaba ahí. Dos enormes alas de plumas negras se erguían majestuosas tras él. Las heridas
infringidas por los fragmentos de cristal habían desaparecido. Movió grácilmente la cabeza para
apartar el flequillo de la cara, sus ojos se habían vuelto totalmente negros, sin iris ni pupila,
simplemente la nada.
Se vio reflejado en uno de los trozos rotos del espejo mas su imagen, lejos de asustarle, le
resultó extrañamente familiar. Quizá esto fue lo que más miedo le provocó.
Dirigió su oscura mirada a un bulto inerte sobre la cama. Se acercó despacio y se arrodilló
frente a su propio cuerpo, consiguió percibir un leve movimiento en su pecho. Parecía simplemente haber caído en un profundo sueño. A la altura de su corazón había un pergamino
clavado con una pluma negra. Esta, al igual que las de sus nuevas alas, era dura como el metal.
La sacó con cuidado y un hilo de sangre se dibujó en la carta, la cogió:
“Disculpa que olvide la cortesía pero no tenemos tiempo, el mundo no puede vivir sin Muerte.
Por una serie de casualidades este deber ha caído sobre ti, mi criatura de la noche.
Pluma y arco en mano, invisible y sigiloso cumplirás mis órdenes, encadenando pobres almas
bajo el yugo de la muerte.”
-…Lucifer.- terminó de leer la carta en un susurro apenas audible. Su voz volvía a sonar normal
pero mucho más fría y distante.
De repente recordó como su madre se había sumido en un profundo coma del que los médicos
no encontraron el origen. ¿Era posible…? ¿Y si lo era y al morir le había traspasado su poder?
Pero ¿puede morir la Muerte?
El mensaje comenzó a desaparecer, a su vez, el fino hilo de sangre escribía un nombre. Tom
Calder. Como movido por un resorte lo leyó en voz alta, todo empezó a dar vueltas. Era como si
recorriera el mundo a la velocidad de la luz. De repente todo se frenó de golpe, había llegado a
su destino.
Parecía un barrio tranquilo, todas las casas blancas e iguales con un pequeño jardín, en el que
los niños jugaban despreocupados. Un chico rubio de unos cuatro años, que se entretenía con
una pelota roja, se le quedó mirando. Entonces supo que era su presa. “Pluma y arco en mano”,
recordó, y de la nada un gran arco negro se materializó en su mano, parecía tener vida propia,
estar deseando que lo disparara. Comprendió las instrucciones del Señor de las Tinieblas,
arrancó una dura pluma de sus enormes alas y la observó con su negra mirada.
-Lucifer.- susurró, la pluma comenzó a alargarse y pronto se convirtió en una mortífera flecha.
La colocó en el arco, no sin antes vacilar, ¿de verdad quería hacerlo? Se dispuso a enviar un
mensaje de muerte. Apuntó y lo hizo. El arma atravesó al niño limpiamente y nada más ocurrió.El pequeño seguía jugando y una sensación de alivio inundó a El Ángel de la Muerte, junto con
un sentimiento de fracaso. Entonces el chico golpeó demasiado fuerte la pelota y salió hasta la
calzada. Feliz e inocente fue a cogerla sin reparar en el peligro que se le venía encima.
Fue un golpe rápido, seco y mortal. Un frenazo, el sonido del acero al chocar con algo, un grito
y un bulto inerte en el suelo.
Un intenso dolor lo devolvió a la realidad. Como si lo estuvieran marcando con un hierro
ardiente, el nombre del chico al que había llevado hasta la muerte se escribía lenta e
insoportablemente en la parte izquierda de su pecho. Tom Calder.
Acababa de matar a una persona, no lo podía creer, pero era su deber, él era la muerte. Por una
vez se sentía poderoso, como si el mundo estuviera en sus manos.
“No te engañes, solo eres una pieza más en los juegos de El Señor de los Infiernos. Eres un
asesino.”, decía una odiosa voz en su cabeza.
“Mírate. Eres la más formidable de las criaturas de la noche, El Ángel de la Muerte, Belcebú te
ha elegido a ti”, respondía otra.
Un torbellino de emociones totalmente opuestas se ocultaba tras sus ojos vacíos.

sábado, 24 de agosto de 2013

Princesa de Cristal

Capítulo 2

Cuando una gota de sangre choca contra el mármol blanco del lavabo inicia una carrera sin frenos hacía el desagüe, esa gota una vez que ha salido de tu cuerpo no puede volver a entrar. Cada día veo esas gotas de sangre en el lavabo incapaces de elegir su camino, incluso dentro de las venas son arrastradas por la corriente. Ahora imagina que todos somos como esas gotas de sangre, llevados en la misma dirección, tratando de ser lo más iguales posibles; las venas marcan lo que está socialmente aceptado, si te sales de las venas fuera del cuerpo de la sociedad caerás en picado. A mi me han echado del cuerpo del sistema igual que yo he echado a esas gotas de sangre al abrir la herida en mi muñeca, la diferencia es que yo podría volver a entrar si dejara de tener este cuerpo.
Limpio la raja y espero a que se corte la hemorragia, cuando lo hace bajo la manga de la camisa blanca del uniforme y salgo del baño, tras guardar la cuchilla en mi mochila y lavar mi cara para borrar los rastros del llanto. Intento hacer esto lo menos posible en la escuela pero no podía más. Esta mañana al abrir mi taquilla al menos veinte cerditos de plástico han caído sobre mi, aún tengo sus risas golpeando mi cabeza una y otra vez.
En vez de dirigirme a clase voy al despacho del director, este es un buen hombre, joven, alegre, de pelo castaño y risueños ojos a juego. Llamo a la puerta.
-Adelante -respiro hondo y giro el picaporte, me recibe con su habitual sonrisa sentado tras el gran escritorio de roble. Me siento y me mira, su mirada parece invitarme a hablar de mis más profundos sentimientos, te hace confiar en él.
-Solo ha sido una broma, no hay porqué preocuparse -cuanto antes salga de aquí mejor, intento mantenerme firme pero me tiemblan las manos.
-Yo creo que sí -su sonrisa se reduce un tanto, se levanta y se sienta en la silla que hay a mi lado. -Lilith, el bullying no es ninguna broma. Si han estado acosándote...
- Está todo bien, Sr.James. De verdad -añado cuando enarca una ceja, no se lo cree.
-¿Por qué no viniste la semana pasada?
-No me encontraba bien -aparto mis ojos de los suyos demasiado rápido.
-Estás mintiendo.
-No estoy mintiendo -las manos siguen temblándome, no se mentir, me las agarro y las retuerzo con fuerza, él repara en ello porque me las coge con cuidado para que deje de hacerme daño. Recuerdo el impacto de los pasteles, los gritos, las burlas, y mis ojos se niegan a seguir aguantando las lágrimas. Parpadeo para contenerlas un poco más.
-Solo quiero ayudarte -¿necesito ayuda? Claro que sí, pero no la que él me ofrece, necesito adelgazar. Es por eso que cambié la dieta a mil calorías y he empezado dos planes de ejercicios distintos.
-Nadie le ha pedido su ayuda.-me invade la culpa, no me ha hecho nada malo para que le hable así. Separo sus manos de las mías y en dos zancadas me planto en la puerta.-Lo siento, tengo que ir a clase.
El resto del día pasa sin inconvenientes, a la hora de la comida anoto en mi libreta las calorías del almuerzo. Cuando vuelvo a casa mis padres siguen trabajando, creo que a veces olvidan que tienen una hija. Es duro que la mayoría de veces que los necesito no pueda contar con ellos. Aunque a lo mejor lo hacen aposta, sé que me quieren pero están decepcionados porque su hija lista y responsable es una obesa.
Como es viernes en vez de hacer los deberes decido empezar antes con el ejercicio. No se si me veo más ridícula con el uniforme de la escuela o con la ropa deportiva, mi objetivo es no verme ridícula con ninguna de las dos. Por eso no paro de saltar y hacer abdominales hasta que mis músculos me duelen tanto que mi cuerpo dice basta. Me doy una ducha fría recordando haber leído que con el frío se queman calorías.
Cerca de casa hay un centro comercial, voy y entro en la primera tienda de ropa que veo. Siento como si los maniquíes de proporciones perfectas pudieran hablar me dirían "¡Fuera de aquí, gorda, no tenemos nada que te entre!" Me quedo mirando las modelos de los carteles imaginando como sería mi vida si yo tuviera ese cuerpo. Cojo un pantalón que sé que me estará pequeño con toda seguridad y me lo pruebo al llegar a casa, no me sube desde la mitad de los muslos. El mundo se derrumba a mi alrededor mientras observo mi odioso reflejo en el espejo. Quiero gritar, gritar hasta quedarme sin voz. ¿Por qué no soy como mamá? Delgada, esbelta, preciosa.
-¡Lilith, ya está la cena! -grita mi padre desde el piso de abajo.
-¡No tengo hambre! -respondo con voz temblorosa pero firme.
Estoy muerta de hambre pero el asco que me produce la imagen que me devuelve el espejo es mucho mayor.

jueves, 22 de agosto de 2013

Princesa de Cristal

Sinopsis

El bullying me ha convertido en esto, un saco de huesos incapaz de dejar de sentir asco hacia su propio cuerpo. Me engañaron, me insultaron, me humillaron y me utilizaron. Yo solo quería ser perfecta, una perfecta princesa de cristal. No quería darme cuenta de que las promesas de Ana y Mía eran mentiras, no quería darme cuenta de que solo era otra marioneta más en su juego de perfección.

Prólogo

"Todo empezó con una intimidada mirada al espejo, la esperanza de una perfección, un juego de niños que pronto se convirtió en mi vida, mi esperanza, mi ilusión, mi adicción y mi fragilidad. Sola en este macabro juego perfecto, nadie me entiende, nadie me apoya. Pero ahí está Ana susurrándome con su dulce voz y prohibiéndome comer, pero yo la desobedezco y como, y llega Mía que me empuja hasta el baño y me obliga a deshacer mi error; sentada abrazando el inodoro, llorando por el dolor y la culpa. Gritando en silencio suplico a Ana que me perdone. Sé que te he fallado pero prometo entregarme completamente a ti, ser perfecta, toma mi mano hasta el fin del viaje de la perfección. Con un hermoso listón rojo me marcarás el corazón pues serás mi mejor amiga el resto de mi vida. Gracias a ti seré la envidia de todo el mundo porque tu no eres una enfermedad, eres un estilo de vida, la puerta a lo que más deseo, mi única amiga. Lucharé porque quiero y puedo controlar mi apetito; lograré llegar a ser quien siempre soñé; seguiré tus sabios consejos y tu dulce voz me guiará. Sé que muchas personas no nos quieren juntas, pero yo portaré con orgullo mi listón, porque soy y seré una princesa de cristal".
Con este pensamiento me miraba en el espejo, las costillas comenzaban a marcarse peligrosamente pero yo seguía viendo grasa. "Eres una foca", decía una voz en mi cabeza. "Tiene razón", respondía otra.


Capítulo 1

Me miro al espejo y entiendo porque Josh y sus amigos me hicieron esto. Soy odiosa. Mi rizado pelo rubio cae hasta la mitad de mi espalda enmarcando un rostro demasiado redondo, me quito la camiseta y el pantalón quedando solo en ropa interior y observo con asco mis brazos anchos, la tripa enorme adornada con michelines y las piernas fofas, gordas y llenas de celulitis. Ser bajita solo ayuda a que parezca un tapón gigante. Me subo a la báscula. 90 Kg. Las lágrimas se escapan de mis ojos castaños. Cierro la puerta del armario bruscamente, dejando el espejo en la oscuridad de su interior, y me dirijo al baño. Echo el pestillo aunque ya lo he puesto en la puerta de la habitación. Me encuentro con otro espejo pero intento ignorarlo. La ansiedad y el llanto hacen que mi pecho se mueva muy rápido arriba y abajo sin tomar demasiado aire. Abro uno de los armarios blancos y mis manos buscan nerviosas la cuchilla de afeitar que le quité a mi padre.
La línea de sangre se dibuja horizontalmente en mi muñeca y yo recupero la calma a medida que el líquido escarlata fluye lento y tranquilo fuera de mi cuerpo.
El despertador suena y lucho contra el deseo de no salir de la cama. No estoy preparada para escuchar de nuevo sus risas, sus burlas, sus insultos. No estoy preparada para ver cuerpos perfectos por todos lados. No estoy preparada.
Bajo a desayunar pero aparto los cereales y cojo una manzana, la dieta de la nutricionista no está funcionando. Mamá entra en la cocina y me da un beso en la cabeza, empieza a prepararse un café del que solo se bebe la mitad.
-Lilith, cariño, recuerda cerrar bien cuando te vayas -me dice y sale de aquí balanceando con gracia sus estrechas caderas.
Escucho una maleta arrastrando sus ruedas por el suelo; los pasos de mi padre; la puerta abrirse y cerrarse y el rugido de un coche al arrancar. Mis padres trabajan en la gran empresa de la que son dueños y viajan a menudo. Antes iba con ellos pero viendo que a mis dieciséis años no hablo con nadie y vuelvo siempre directa a casa han decidido confiar en mi.
Salgo por la puerta principal y me quedo mirando la gran mansión victoriana. Es muy grande para solo tres personas pero por eso me encanta. Aquí dentro puedes perderte con la seguridad de que no te encontrarán.
Voy a uno de los colegios privados más prestigiosos de Londres. Si, de esos con uniforme y todo. A medida que me acerco a la puerta mi miedo crece. Las palabras de Josh resuenan con fuerza en mi cabeza. "Me rindo" había escuchado que le decía a sus amigos entre risas, "Vosotros ganáis, no puedo acostarme con ella. Es repugnante." Repugnante. Lleva razón pero sus ojos verdes parecían sinceros cuando me susurraban palabras de amor. Me ilusioné como una boba, supongo que merezco que me pisoteen así.
Al entrar me mezclo con la gente para pasar desapercibida. Me quedo un poco rezagada cuando toca el timbre, el profesor de lengua siempre llega tarde. El patio se vacía, solo quedo yo y, para mi desgracia, Josh y sus amigos.Decido entrar a clase pero se acercan rodeándome. Han cerrado el círculo y no hay forma de escapar. Mi respiración se agita y el pulso se me acelera.
-¿No me das un beso? -dice Josh fingiendo besar el aire. Todos corean sus carcajadas. él apart un mechón negro de su frente y asiente a alguien detrás de mi.
-Mira lo que tengo, cerdita -me giro, una de las chicas con aspecto literalmente de barbie sostiene en la mano un pequeño pastel. Cuando entiendo lo que van a hacer ya es demasiado tarde.
Los pasteles impactan en mi como flechas que aciertan al blanco. Me cubro la cabeza con las manos, las lágrimas caen por mis mejillas manchadas de nata. Veo que han abierto el círculo y se que quieren que corra. Corro. Lejos de allí, a cualquier parte. Sus risas se clavan en mis tímpanos como si fueran cuchillos afilados.
-¡No sabía que las morsas sabían correr! -grita una voz.

Cojo el primer taxi que veo y al llegar a casa ni siquiera le pido perdón al taxista por ensuciarle los asientos. Estoy hiperventilando, entro en la cocina como un huracán abriendo un armario tras otro. Galletas, chocolate, las sobras de ayer...no lo saboreo, solo lo engullo como si fuera un animal. Cuando me calmo me arrastro hasta el baño de la planta baja corroída por la culpa. Miro el inodoro. ¿De verdad voy a hacer esto? Una persona normal se lo pensaría dos veces pero yo no soy normal, soy una cerda, una morsa. Los dedos acarician mi campanilla, las arcadas vienen y van. Es la primera vez que hago esto, no pensaba que dolería tanto. El vómito llega abrasando mi esófago y deja un asqueroso sabor en mi boca. Comprendo lo que acabo de hacer. "Nunca más", me digo aún sentada junto al váter, pero se que no es verdad.

viernes, 26 de julio de 2013

Aria (Parte 3) {Final}

"¿Dónde está Aria?", había dicho el monstruo, el demonio. Ahora estaba claro que venía del infierno buscándola para que cumpliera condena.
-Debió averiguar donde estaba yo, pensó que ella estaría contigo y que tú eras yo -dice Charlotte consternada mientras entierra la cara en sus manos.
-Tú sabes donde está ¿verdad? -la miro interrogante y ella suspira.
-Demasiada información por hoy.
-Han estado a punto de matarme, Charlotte. ¿Dónde está Aria?
Se muerde el labio inferior y me observa mientras piensa bien su respuesta. Al final asiente aunque no muy convencida.
-Cuando Aria escapó lo hizo por El Gran Portal. Verás, cuando una persona cree que su muerte es injusta puede solicitar un juicio. Si el jurado decide que lleva razón le hacen cruzar El Gran Portal. La persona nace de nuevo, conserva su aspecto pero no recuerda nada de su vida anterior.
Lo más lógico sería creer que estoy soñando pero siento el dolor en la pierna cuando Mimi me araña al moverse.
-Entonces ¿Aria no recuerda nada? ¿Ni siquiera a ti?
He puesto el dedo en la llaga. Niega con la cabeza y dos lágrimas caen por sus mejillas.
-Pero sé que en un lugar de su corazón aun me tiene presente. Sé que quiere recordarme.- hace una pausa y respira hondo.- Sé que quieres recordarme.
Abro los ojos al máximo y se me acelera la respiración. Soy incapaz de moverme cuando se acerca y coloca su mano en mi mejilla. Sus labios son suaves y acarician los míos con cariño y ternura. Conforme avanza el beso reacciono y me aparto de ella todo lo que me deja la cama. Las palabras salen atropelladamente de mi boca:
-¡Estás loca! ¿O te lo has inventado todo solo para besarme? Me voy de aquí.
Una mueca de dolor tuerce su rostro y por un momento me da pena dejarla así pero me dirijo firme hasta la puerta. Aunque si se lo ha inventado ¿cómo explica el demonio que entró en casa? Seguro que era algún gracioso disfrazado, sí, seguro que era eso. Me ha engañado como a una cría.
Escuchamos un grito, Charlotte vuelve a la realidad y tira de mi hasta la ventana. Estamos en un primer piso pero me hago daño al caer. Voy a quejarme cuando oímos la puerta derrumbándose, vuelve a tirar de mi y pronto me encuentro corriendo por el bosque.
Está muy oscuro, no veo nada pero seguimos corriendo. Una rama abre otra herida en mi pómulo izquierdo, una raíz traicionera me hace tropezar y Charlotte cae conmigo. Intentamos levantarnos pero es inútil, siento su respiración acompasada en mi nuca, sus pasos firmes y el sonido de una espada al desenvainar. Me preparo para recibir el golpe, cojo la mano de mi compañera y lo miro a los ojos. Unos ojos rojos como la sangre topan con los míos y una lengua bífida recorre sus finos labios, que sonríen con suficiencia. Cierro los ojos y aprieto la mano de Charlotte.
Escucho el acero silbando en el viento y la sangre salpica mi cara pero no llega el dolor. La mano de Charlotte pierde fuerzas, cuando la miro yace inerte en el suelo. Un grito se escapa de mi garganta y lloro, de impotencia, de rabia, por no saber lo que está pasando. El demonio me levanta agarrandome con fuerza mientras pataleo.
-¡Mátame1 -le grito- ¿¡Por qué no me matas?!
Se ríe con sorna y me enseña sus afilados dientes.
-¿Matarte? Tú no tendrás tanta suerte. Vamos, te esperan en el infierno.